A pocas calles de su casa, las maestras lo recuerdan como un chico tímido y tranquilo que se apasionaba con la pelota en cada recreo. Por las calles del barrio La Bajada, la Pulga jugaba al fútbol con sus hermanos y amigos, mientras los vecinos recuerdan que no los dejaba dormir la siesta porque estaba siempre pegándole al portón de sus casas con la pelota.